jueves, 26 de abril de 2007

EL LIBRO (Relato)


EL LIBRO

Nunca le habían gustado los entierros pero su amigo Manuel merecía que le acompañara, aunque el probablemente nunca lo podría agradecer desde su nicho. De todas maneras Ángel se sintió obligado a unirse al cortejo jo fúnebre a pesar de los cinco largos años de separación de su amigo de la infancia. Al ver descender el féretro, sintió un leve escalofrío, imaginaba el cadáver roto de su amigo. Al parecer lo habían encontrado en el medio de la calle, con el cuerpo tan destrozado que casi era irreconocible. Quizá lo atropellara un camión...

Cuando finalizó el acto, sencillo y lleno de silencio, Ángel se dirigió a su casa. Por el camino recordó el empeño de Manuel por irse a África, habían terminado loa estudios de magisterio, cuando pidieron voluntarios para la campaña contra el analfabetismo, él fue de los primeros en presentarse. Ángel prefirió los tres años o más, de paro que sabía que le esperaban. Al principio Manuel le escribía con frecuencia, pero poco a poco las cartas se fueron espaciando, hasta que Ángel no recibió contestación a la última.

Cinco años después la madre de Manuel le llamó por teléfono, angustiada, hacía casi tres años que no sabía nade de su hijo, él tampoco pudo darle noticias.

Ángel llegó a casa casi de noche, abrió la puerta y entró, pisó algo, encendió las luces, y allí sobre la alfombra, vio un pequeño paquete casi cubierto de sellos de correos. El remite era de Manuel y el matasellos era de Malabo, en Guinea, y la fecha era de hacía veinte días. Instintivamente miró la puerta, preguntándose cómo podía haber echado el paquete dentro. Probablemente la mujer de la limpieza lo había encontrado fuera y lo había entrado. De todas maneras era extraño que lo dejara en el suelo y no encima de la mesa.

Abrió el paquete, dentro había un pequeño libro y una esquela escrita en letra deforme y nerviosa. Volvió una página y vio que estaba en blanco, y la siguiente, y la siguiente...
- Pues...
Se sentó en el escritorio y se dispuso a leer la nota.

AÁngel, este libro es el sagrado, no fue fácil encontrarlo, te lo envío, yo me tengo que ir, léelo y ven conmigo a Ktrzs, país sin nombre, léelo con la mente, no con los ojos...@
Aquí se interrumpía la carta, no estaba firmada, así que cabía la duda de si lo había escrito Manuel, la letra no parecía suya o si era suya lo había escrito muy alterado.

Ángel no acababa de comprender aquello, aquel país sin nombre y sin localización, aquel libro en blanco.

- ¿Dónde estarán las letras?- pensó.

Lo tocó con la mano, esperando encontrar rugosidades, algo así como Braille, no notó nada Le dio la vuelta, lo miró al trasluz, pero no vislumbró ni una pequeña mancha. La nota decía que debía leerlo con la mente, no con los ojos, pero ¿cómo se hace eso?.

La noche se abatía sobre su pequeño despacho, oscureciéndolo y llenándolo de sombras. Se sentó con el libro abierto en las rodillas y cerró los ojos. Algo brilló. Abrió los ojos asustado, la oscuridad lo invadía todo. La tenue luz del salón entraba por la puerta entreabierta del despacho. Cerró de nuevo los ojos y algo volvió a brillar. Esta vez los mantuvo cerrados y el brillo se concretó en pequeñas letras en el libro, parecían como fluorescentes. Abrió y cerró los ojos varias veces y el fenómeno se repitió, era fantástico, nunca había visto algo así. Con los ojos cerrados se dispuso a leer.

"Como el diablo se mueve, así se mueven las nubes y el agosto del mundo será su reino, y el silencio será sonido. Cierra los ojos con fuerza y mi espíritu te indicará el camino a Ktrzs, país sin nombre, donde tus sueños serán bruma espesa, negra, pegajosa y se harán realidad. Mi espíritu es de la noche y la oscuridad, por eso, nunca debe ser abierto el libro durante el día, sólo la tiniebla te dará sabiduría. Óyeme, mis palabras son dolor. Óyeme, tus lamentos son de goce, Levántate y ven a mí, te daré paso a Ktrzs, donde el rey oscuro cambia de forma y domina todas las fuerzas.
La soledad se abate sobre mí y mi señor, la bruma espesa del silencio me agobia, y todo lo que un día fue, ahora sólo es recuerdo, recuerdo que poco a poco se olvida, al desaparecer todo motivo de existencia... "

Ángel abrió los ojos y quedó pensativo. Imaginaba algo maligno y sabía que no debía seguir leyendo, pero algo desconocido le impulsaba a ello. Pasó dos o tres páginas y cerró los ojos.

"Todo es agudo en Ktrzs, no hay nada redondo, todo esté lleno de ángulos cortantes y afilados. No hay Sol. No hay Luna, No hay agua. Sólo tiniebla y soledad. Sentirás mis uñas en tu carne. Y gritarás. Busca la gran cueva y ven a Ktrzs...@"

Abrió los ojos, le escocían y lagrimeaban. Cerró el libro y se levantó rodeando con esfuerzo el escritorio, había perdido la noción del equilibrio. Llegó hasta la puerta y pulsó el interruptor.
El escritorio se iluminó bajo una débil lámpara que daba una luz amarilla y mortecina. Se agarró al marco de la puerta, hasta que se sintió algo mejor. Un sonido lejano le hizo volverse, seguía sonando cada vez más cerca, pero no veía nada, sonaba dentro de su cabeza.

Sus músculos empezaron a moverse sin control, su cuerpo parecía ejecutar una danza estrambótica y salvaje, al compás del sonido. El sonido era música, una música extraña, sin un compás definido. No era un sonido de este mundo, ningún instrumento da esas notas. De repente el sonido cesó y un terrible silencio cayó sobre él. Un sudor frío le empapó la espalda y el rostro. Cayó al suelo exhausto. Su cuerpo no produjo ningún ruido.

Sobre el techo comenzaron a aparecer rugosidades. Eran afiladas estalactitas que empezaron a caer, clavándose en el suelo de madera, esquivó varias antes de llegar al escritorio. Cogió el libro. La escena pareció inmovilizarse. Alargó la mano y encendió un flexo que usaba para estudiar o leer. Abrió el libro bajo su fuerte y viva luz. Las estalactitas desaparecieron y notó como algo extraño empezaba a vibrar con fuerza en el aire. Ángel temblaba, un frío intenso parecía llenar la estancia. El flexo pareció moverse. Casi sin creerlo, vio como la bombilla reventaba en mil agujas de cristal y la de la lám- para del techo también. Al mismo tiempo todas las ventanas estallaron con estrépito y un viento caliente y húmedo entró de la calle, revolviendo sus papeles.

Todo quedó a oscuras y Ángel notó como su escritorio se movía, oyó rechinar los muebles, como si los arrastraran por el suelo. Un alarido horrible y lejano empezó a oirse, subiendo de volumen hasta convertirse en un grito.

En un instante todo cesó y un silencio sepulcral inundó el cuarto. Él, estaba allí, de pie, con el libro abierto en las manos.

Cerró los ojos.

"En Ktrzs, la luz se paga con carne y sangre..."

Abrió los ojos asustado, al notar algo extraño. Era un ruido acompasado y distante. Notaba el corazón golpearle el pecho con violencia y la respiración sonaba como un huracán. ¿0 era otra respiración?. Ya no estaba seguro de escuchar su propia respiración. A su espalda se oía el arrastrar de unos pasos. ¿O era un papel que se movía con la brisa que entraba por las ventanas rotas?. Cada vez parecían más cerca. Notó como se le erizaba el pelo de la nuca incapaz de dar un paso, empapado en un sudor frío y pegajoso. El libro que sostenía en una mano parecía pesar una tonelada, le temblaba el brazo, pero no osó moverlo. Ahora unos pequeños crujidos en la madera del piso, acompañaban a los pasos. Detrás de él se detuvo algo, quedó allí, jadeante. Podía oír su respiración y oler su acre sudor. Debía ser enorme. Sintió un roce en la espalda y se arqueó ligeramente hacia delante. El miedo más insuperable lo tenía atenazado. Le dolía respirar y tenía la boca llena de saliva, que tragaba a intervalos. El corazón parecía fuera de control y hacía retumbar toda su cabeza, con su rítmico golpeteo. Cerró los ojos un instante.

"...con carne y sangre..."

Algo acerado se clavó en su espalda. Gritó de miedo y de dolor cuando unos dedos gruesos como brazos humanos y de piel arrugada y dura, lo levantaban en el aire. Miró hacia atrás y una máscara insoportable a la vista, le hizo perder la cordura. Apareció una sonrisa torcida en sus labios y empezó a emitir sonidos guturales. Un rostro horrible rugía junto a él, con una baba espesa chorreándole hasta el suelo, entre unos largos y afilados colmillos. Algo le hería y en su locura vio la sangre correrle caliente por el cuerpo.


Ángel recorrió con la mirada la extensa gruta, llena de ángulos cortantes. Algo le llamó la atención y lo cogió con cuidado. Era un pequeño librito de pocas y gruesas páginas, con pastas de cartón. No estaban numeradas. Lo abrió y un olor a moho inundó su nariz. Empezó e leer.

"Esto lo dibujé en una mesa del país sin nombre..."

Un dibujo confuso apenas se perfilaba debajo. Las letras habían desaparecido de muchas páginas, y en otras, apenas se distinguían los signos.

"Por Ktrzs... y murió gozoso para vivir...".
"El Águila Negra te rasgará la espalda... dolor... a veces sin él. Ahora perteneces a mi mundo..., entra por la cueva."


Ángel se adentró en la extraña gruta.



A Emilia no le gustaba salir de noche por aquellas calles solitarias. Siempre miraba en todas direcciones cuando lo hacía, esperando ver lo que nunca vio, su propio miedo. Giró la esquina y apretó el paso, sobre el suelo brillaban cristales.

-Algún accidente de tráfico- pensó.

Siguió pegada a la acera, al fondo se divisaba su casa. Saltó sobre el charco instintivamente. Dos pasos más adelante se detuvo. El charco era extraño, no era gua, era de color oscuro rojizo, como sangre.

Emilia vio la pared manchada, parecía sangre, siguió subiendo lo vista y entonces... lo vio. Era un cuerpo abierto por la espalda, los intestinos colgaban alrededor de la cabeza chorreando sangre. Tenía un pie atravesado por un destornillador que se clavaba hasta el mango en el marco de madera de la ventana. El resto del cuerpo colgaba como el canal de una res. Emilia quedó estupefacta durante varios segundos, era la visión más horrible que jamás había contemplado. Gritó con todas sus fuerzas y cayó sin sentido al suelo.


El comisario Ramos miró al policía unos instantes.

-¿Quién es ella?.
- Es ura vecina, ya lo hemos comprobado, pasaba por aquí casi todos los días, si quiere hablar con ella está en el hospital...
- ¿Le pasó algo?.
- No, tiene una fuerte impresión, ella descubrió el cadáver.

Ramos miró la ventana, habían cubierto el cuerpo con una manta, pero por debajo todavía asomaban los extremos de los intestinos.

- ¿Quién está arriba? - preguntó al ver moverse una sombra tras la ventana.
- Es la policía judicial, esta tomando huellas y fotos...
- Bien...

Subió las escaleras despacio, sin prisa por ver la habitación donde ocurrió todo, tenía un mal presentimiento, aquello no era un crimen corriente. Nadie cuelga a su víctima con un destornillador del marco de una ventana y le abre en canal.

La puerta estaba abierta y se veían los destellos del flash de una cámara fotográfica. Entró y quedó unos instantes mirando el salón, todo estaba ordenado y limpio. De una puerta al fondo salió el inspector Martín.

- Comisario, aquí, en el despacho hay de todo...
- Hola Martín, ¿habéis avisado al juez?.
- Sí, tenemos que quitar cuanto antes el cuerpo de la ventana, la gente está muy nerviosa...
Ramos entró en el despacho, el suelo estaba lleno de sangre junto al escritorio y había cristales por todos sitios. Observó que tras la mesa el suelo había cedido en varios lugares.

- ¿Y eso?

Martín lo miró sin saber que decir.

- Bueno, algo pesado lo hundió, parecen huellas, pero aquí no hay nada tan pesado.

Algunos trozos de carne aún permanecían junto a las huellas. Sobre el escritorio un libro le llamó la atención. Lo abrió y descubrió con sorpresa que estaba en blanco.

- Es una agenda o diario que parece que iba a empezar... - observó Martín.

Ramos lo guardó en el bolsillo disimuladamente, impulsado por un deseo irrefrenable.


Eran las dos de la madrugada cuando Ramos entró en su casa. Cerró con cuidado para no despertar a los niños. Se dejó caer en un sillón y sacó el libro del bolsillo. Encendió una lámpara de pie y quedo pensativo. Estaba malhumorado con este caso, parecía la obra de un demente, nada concordaba, el destornillador el cadáver destrozado, los cristales y... el libro.

Le dolía la cabeza de pensar. Abrió el libro y lo hojeó. Nada, no había nada. Cerró los ojos con cansancio. Le pareció ver algo, eran como letras brillantes en el libro.

Abrió los ojos asustado.

F I N